Luisa Millahual es de Miquihue en Tirúa, región del Biobío. En el marco de la investigación realizada entre 2018 y 2019, se extraen citas biográficas sobre su historia como tejedora.

“Yo creo que empecé como desde los 25 años, pero del otro tejido normal, a los 13 o 14 años empecé a tejer, porque mi mamá me obligó a tejer a una persona. A hilar aprendí desde muy chiquitita, porque cuando no tenía lana, salía a los cercos a coger la lana para poder hilar, porque me gustaba. Después con esa lana que empecé a juntar, hice una frazada, mi mamá me ayudó otro poco, así que salió la frazada.

De muy chica empecé a tejer yo, pero no con diseño, menos con el trarikan. Entre los 25 o 30 años empecé a hacer mi trarikan, como yo le digo que crié a mis niños todos sola, empecé a trabajar mucho la lana. Aprendí el trarikan de la señora Dominica (Quilapi), de Huape. Después no lo hice más, porque es muy difícil para ir amarrando el hilo, sacarlos del telar y teñirlo, eso me costaba mucho. Pero es muy importante, porque es muy bonito, importante como mapuche, porque se hacían las mantas para los cacique de puro trarikan. Voy a intentar de nuevo cuando no tenga telar para entregar, para no olvidarlo.

Mirándome mi hija aprendió, después se inscribió en el mismo grupo que estoy yo, ahí yo misma le enseñé a tejer. No le costó tanto, porque ella se crió conmigo, yo tejiendo y ella me miraba como yo tejía, ella me ayudaba, porque me hacía la comida mientras yo trabajaba. Ella es la mayor de los hijos que tengo. Lo primero que hice fueron alfombras, frazadas, murales y morrales”.

Luisa además de ser una incansable tejedora, pues según sus palabras, no puede estar sin tejer; ha traspasado el oficio a su hija, quien también se convirtió en tejedora y comparte su tiempo con el rol de tesorera de la Asociación Indígena Relmu Witral, es decir, siendo tejedora, ha compartido su conocimiento con su familia y desempeña otros roles que se extienden hacia lo comunitario, en una importante agrupación de tejedoras.