Alberto Carimoney Lepío
Guaitecas, Aysén del General Carlos Ibáñez del Campo

Don Alberto Carimoney Lepío, nace el cuatro de febrero del año 1930, en Isla Laitec, comuna de Quellón, Isla de Chiloé, al igual que sus padres, don Desiderio Carimoney y doña Magdalena Lepío. Don Alberto relata “(…) nací en la Isla Laitec, frente a Quellón, ahí me vine cabro, de 6 años me vine yo, dejé toda mi juventud aquí, en esta isla (…) en ese tiempo que nací, que vine al mundo, no se usaban los segundos nombres, así que Alberto no más”.

A partir de sus recuerdos, don Alberto rememora haber llegado primero con su familia a la Isla Gran Guaiteca, frente al actual Repollal alto, luego se establecieron en el sector de Repollal, “(…) ahí pasamos a hacer ranchito, por ahí cuando nos vinimos, la vida nuestra antigua, van a hacer ya más de 80 años, la vida no era como hoy día se ve, era para morir nomás, porque no había trabajo, nosotros no sabíamos cuánto nos pagaba el que tenía más plata, lo que vamos a sacar del cuarto del patrón, no sabíamos cuánto nos cobraba un paquetito de yerba, de azúcar, nada, vivimos años así nosotros”.

Los recuerdos de esos años, son duros para él, ya que trabajaba apatronado, y sin saber el valor que tenía el trabajo que realizaban o los víveres que adquirían a partir de su propio trabajo… “Antes no conocíamos los precios, nos pagaban con un pancito de luche, un paquete de cholga ahumada, un pescado ahumado, y bueno, nuestros padres pedían las cositas cuando ya les faltaba, a veces los retaban, les decían como comes tanto hombre, (…) la vida antigua era muy dura aquí en las Guaitecas”.

De manera clara don Alberto, recuerda las razones por las cuales se estableció definitivamente en el sector de Repollal, aludiendo al dantesco terremoto de Valdivia, que ocurrió el 22 de mayo de 1960. Los recuerdos de don Alberto se mantienen vivos, “Después del sismo vine (...) El 60 me pescó pa’ abajo, andábamos en la pesca del róbalo, veníamos por una isla que le llaman Telle, la tenía arrendada esa isla unos ricos que los metían en el Escorpio, todo eso (…) tenían un inquilino, nos vinimos ese tiempo en un Chalupón (velero) y una chalupa chica (velero chico), con cholga , nos pescó el viento norte y nos pasamos a arranchar adentro, días de lluvia, ahí estábamos nosotros, contentos ese rato (…) de repente uno de nuestros compañeros empezó a afirmarse en la pared, y dijo un temblor cabros y fuerte y fuerte, nos azotábamos, y salimos pa’ afuera, esos árboles estaban fuertes, terremoto, maremoto”.

A pesar del susto que pasó con sus compañeros, don Alberto refiere que lograron salir bien de dicha situación, con sus compañeros, decidieron subirse a las chalupas (velero), y avanzar por el mar hacía otra Isla cercana, con más altura, lugar en que descargaron la carga de cholga y armaron una carpa para refugiarse, mientras pasaba la noche. “(…), llegamos a esa isla grande (…), entonces ahí tuve harto susto, yo pensé entre mí, éstos son los últimos momento de mi vida, claro porque esta cuestión va a subir la isla, y claro qué le vamos a hacer po’ ”. Al pasar las horas, don Alberto se percató que la marea continuaba subiendo, pero de manera mucho más lenta, situación que corroboró enterrando un palo en la tierra, y observándolo cada media hora, para ver si éste se encontraba sumergido bajo el agua: “(…) así hice como tres marcas, hasta ahí llegó el agua, pero los temblores seguían, ese temblor, el más grande que se registra en Chile, que fue en todo el país”. Otro de los indicadores que recuerda de manera clara, es haber escuchado el canto de Quetros, hecho que relacionó a que la tierra y el mar se habían calmado.

Al llegar al sector de Repollal, don Alberto dirigió su mirada hacía el sector donde estaba ubicada su casa, momento en que se dio cuenta que se veía sólo el techo, la estructura estaba sumergida en el agua, “(…) así que nos vinimos para acá, y de ahí vine a hacer casa para acá, primero estaba un poquito más abajo, después como hace 30 años vinimos aquí a esta parte, ya aquí estamos viviendo hasta la fecha, haciendo patria”.

Variados han sido los trabajos en los que se ha desempeñado don Alberto, pasando por la recolección de madera- particularmente ciprés- “(…)empezamos a trabajar con el rodrigón de palo, ciprés seco, ciprés muerto, en ese tiempo unos ricos, transportaban miles y miles de rodrigones de tres por tres y lo mandaban pal’ extranjero (…) me acuerdo yo en Melinka del Faro, donde está la cruz, esa bahía estaba llena de balsas de ciprés, era un solo plano de madera en el mar, llegaban esos barcos grandes de carbón, con tremendas bodegas, pasaban semanas cargando, tremendo movimiento que había en ese tiempos pos’ oiga”.

Además, ha practicado la recolección de la Cholga y su proceso de ahumado, y la carpintería de botes, específicamente en la construcción de chalupas (veleros).

Sobre su familia, don Alberto relata haberse casado, sin embargo, su patrona como llama a la madre de sus hijos, falleció hace 30 años atrás, “(…) perdí a la patrona hace 30 años, la tengo en Puerto Montt, se fue media enferma de aquí, se hospitalizó y no salió del hospital viva”. Tuvo 5 hijos, dos de los cuales viven con él en Repollal, y uno se encuentra casado, viviendo en las cercanías, además, tiene una hija que reside en Argentina y otra en la ciudad de Puerto Montt. En la actualidad a sus 83 años, sus hijos, lo han hecho abuelo de 4 nietos.

CONTEXTO:

Construcción de Chalupas (embarcación a vela)

Una de las actividades que ha llevado a la práctica don Alberto ha sido la carpintería de bote, particularmente la construcción de embarcaciones llamadas “Chalupas”. Según Tamayo, 2011. Respecto a la carpintería de ribera, señala que “el comienzo de la construcción artesanal es conseguir las maderas adecuadas según el tamaño de lo solicitado o deseado. Junto a la extracción de piezas y formas precisas, todavía suelen sacar grandes troncos para el entablado y la mayor parte de la madera que requieren. Apenas llegan al taller–astillero, se mantienen en una etapa de secado que favorecerá su traslado, manejo y calidad de la nave. (Tamayo, 2011, Pág.106).

Según Tamayo, 2011. Este oficio es una antigua estrategia de subsistencia y un trabajo que integra la identidad regional. El arte de la construcción naval fue desarrollado en la mayor parte de las islas de Chiloé y las tierras continentales como Hualaihué. Abundaron las pequeñas embarcaciones (dalcas, botes a remos, chalupas, lanchas, chalupón chilote). Las goletas o veleros, de dos mástiles, de gran tonelaje y para largos viajes, fueron fabricadas solamente en ciertos lugares, allí donde existían las condiciones para la instalación de importantes, a veces en lugares poco conocidos, como en el caso del Estero de Tocoihue, cerca de Calen, comuna de Dalcahue; o en la cordillera de Chiloé continental, sobre las costas de Hualaihué y en sectores como La Poza, Aulen, Mañihueico, Hualaihué Estero.

Comprender por qué se difundió tanto el arte de las lanchas en el área de Chiloé, es preguntarse por una cultura característicamente integradora y creativa”. (Tamayo, 2011, Pág. 127).

Faena de la cholga seca

Otras de las prácticas de las cuales tiene conocimiento don Alberto Carimoney, es la cholga seca (Aulacomya ater). Según Ponce, Pastrián y Berríos (2008): “Durante décadas la faena de la Cholga Seca fue la principal fuente de trabajo, para los habitantes del archipiélago de Las Guaitecas. Muchos de ellos se criaron en las islas trabajando la Cholga Seca, con sus Padres y Hermanos”. (Pág. 59).

Según Saavedra (2011) la cholga seca (Aulacomya Ater) y el pescado seco podrían considerarse arquetipos de prácticas de reproducción material de la vida social. Prácticas que se transforman y se recrean hasta el día de hoy.

"No sólo porque aun existan viejos cholgueros, sino porque en todas las faenas contemporáneas -con excepción de la salmonicultura, que en ciertos aspectos, ha impedido seguir concibiendo la matriz tecnológica local como un continuum- algo del mundo de la deshidratación sigue vivo y se recrea constantemente (…) en realidad hablamos de algo cotidiano y práctico, o para decirlo con Bourdieu, un habitus cholguero que se mantiene –variado obviamente- en algunas comunidades costeras de Aisén" (Saavedra, 2011, p.216).

Saavedra (2011) plantea que este tipo de prácticas se encuentran íntimamente relacionadas a las extintas economías canoeras y de esta forma no son ajenas a las actuales. Ya que los canoeros navegaron por estas aéreas por lo menos hasta el siglo XVIII. Donde este tipo de faenas permitía a las familias recorridos extensos en espacio y tiempo.

Además la deshidratación, como sistema de conservación resuelve el problema de la putrefacción y permite, por un tiempo más prolongado, la comercialización del producto.

"Una familia o en otro caso una cuadrilla cholguera o maderera, chilota lo más probable, podía internarse en el vasto archipiélago por cuatro, cinco, seis meses, un año incluso, instalarse tal vez en algún punto indeterminado, construir las “infraestructuras” básicas para el secado de los peces o los mariscos y procesar en ese lugar. Luego regresar a Chiloé o Melinka o bien “entregar” en alguna costa cercana". (Saavedra, 2011, p.217).

En relación a la pesca artesanal, más allá de lo mercantil, según Saavedra (2011), las salidas extractivas o faenas, comprenden un acontecimiento que recrea el sentido de la vida de las comunidades. Considerando el trabajo colectivo, relacionado a las exigencias y riesgos que se imponen. Como plantea el autor, no es simplemente ir a mariscar, ya que se trataría de uno de los momentos más decisivos de la vida comunitaria, materialmente y espiritualmente, siendo allí donde se hace posible su reproducción.

PRÁCTICA:

Construcción de Chalupas (embarcación a vela)

A sus 83 años de vida, los recuerdos de don Alberto sobre la construcción de “chalupas” se evocan en contar parte del proceso de construcción de la embarcación, recalcando que las herramientas que utilizaban era un hacha de mano, martillo y un cepillo: “De repente se ve en la televisión que hay un bote, un bote armado de los carpinteros de ribera, pero trabajan con máquinas… no son como nosotros que trabajamos con el puro cepillo, martillo, y un hacha de mano y nada más, así lo
hacíamos, artesanal”.

Refiere que, en una primera instancia, es necesario conseguir madera de ciprés seca, y comenzar a darle la forma característica de la chalupa: “Hay que comprar o conseguir la madera, calentar con un tubo grande la cuerna, hacíamos fuego y sobábamos (…) hay que meter la cuerna arregladita, y con el vapor del agua queda blandas y se les da la forma. O sea que se le hace la moldura con cualquier madera palo seco que uno busca, con eso se hace la forma”. Luego se pueden utilizar otras maderas para darle resistencia a la construcción de la embarcación, “(…) hay otras maderas que se usan para que se aguante. De ahí, se le pone un tablón de popa a proa y se le clava, cuando seca queda hormada, pero le saca la horma y queda hormadito el asunto y ahí viene el entablado.”

Las velas eran confeccionadas con una tela blanca llamada crea, la cual se teñía con tenío (Weinmannia trichosperma), para otorgarle mayor duración, ya que al ser de color blanco, la tela se deteriora con mayor rapidez por los efectos del sol y la sal del mar.

La vela es parte del aparejo de una embarcación, el cual es el conjunto de palos, velas, cables y cabos que mantienen firme los mástiles, los cuales permiten poner en movimiento la chalupa. Aunque José sólo le llama aparejo a la vela mayor.

La chalupa utilizaba dos velas, una es la vela grande y el foque que va en la proa o parte delantera de la embarcación. El timón era de madera, de un peso proporcional a la chalupa y que permitiera que éste se mantuviera en el agua para no levantarse. La chalupa a vela, tanto la proa como la popa, terminan en punta, lo que permite una navegación más rápida.

La chalupa en la actualidad se sigue utilizando, pero en menor medida la navegación a vela ya que a la chalupa se le adapta un motor.

Faena de la cholga seca

En la actualidad este tipo de faenas han ido desapareciendo por diferentes motivos, como por ejemplo la llegada de empresas conserveras, compradoras de marisco fresco. En un momento también, la cholga se agotó en el sector de Melinka, tal como relata don Alberto:

“Acá se estaba escaseando mucho ya la cholga (…) cuando se agota la crianza, siempre se demora 10 o 15 años para volver otra vez, entonces nos conversó una persona y nos dijo: chicos dicen que en por allá hay mucha cholga, por qué no se van para allá a trabajar dos cuadrillas”.

Menciona que en esa ocasión se embarcó en un barco de la Armada, llamado “Colo Colo”, con destino a Cabo Raper, sector cercano al Istmo de Ofqui y Laguna San Rafael, donde trabajó en la extracción de la cholga, con los empleados del Faro Raper. De dicha faena no la conserva los mejores recuerdos: “Navegábamos a la vela cuando teníamos favor del viento y después a remo no más, cuando nosotros nos vinimos de Cabo Raper ese tiempo, pusimos como 15 días, arrastramos nuestro bote en Ofqui, mal tiempo, había norweste así que a remo no más, después la lluvia, las tempestades. Hacíamos carpa en tierra, íbamos a la intemperie, teníamos buena tapa de carga, y sacábamos el apareo de la vela, hacíamos carpa en tierra y ahí dormíamos, sufrimos mucho en ese tiempo nosotros”.

La cholga al igual que gran parte de los productos del mar, entra en veda, específicamente entre el primero de septiembre y el 15 de enero de cada año.

Éste bivalvo se encuentra en bancos naturales, los cuales son identificados por los cholgueros para luego armar campamento cerca de estos. El tiempo de estos campamentos es variable, según la cantidad de paquetes que se estimara conveniente producir. Según don Alberto, en una ocasión llegó a estar tres meses en la faena de la cholga: “Una vez estuvimos en la cholga en Cabo Raper por tres meses nosotros, tiempo malo rigoroso, Estuvimos en curanto pa cocer un mes, ese daba como cuatro mil sartas, 3 o 4 días desconchándolo 8 hombres, había mucha cholga en ese estero”.

Para la extracción de la cholga se utilizan ganchos de fierro de tres patas amarradas a una vara larga. Primero, se identifica el lugar donde se encuentra la cholga y se van enganchando y subiendo las matas de éstas, lo que se denomina trabajar a gancheo. “(…) para sacar del mar, nosotros usábamos los ganchos como rastrillos, y cuando bajaba el mar, balde no más pa’ sacar”

Cuando bajaba la marea, se raspaba la cholga con unas paletas de fierro para que se suelte de la piedra y poder llevarlas en canastos de manila (de una fibra vegetal de la zona) a los botes, el cual se traslada al campamento.

Fuera del campamento comienza el cocimiento de la cholga, el que se realizaba, en este caso, utilizando la técnica del curanto al hoyo. Primero, se hacía un hoyo en la tierra, considerando para ello la cantidad de cholga que se quería cocer, en el interior se prendía fuego y se tiraban piedras, las que servirán para conservar el calor, al momento en que se consuma la madera y se viertan las cholgas en el hoyo.

“(…) ya tenía que cocerse en curanto, hacer leña, colocar piedras, tal como lo hacen los chilotes por ahí, y después cuando termina la leña, las piedras quedan calientes, se sacan todos los tizones y se echa cholga ahí, y se cubre con hojas, se hacían tremendas rumas de cholga oiga, no se veía un hombre al otro lado tampoco”

Ya cocinados los mariscos, se espera que las cholgas se enfríen un poco y se comienza el desconche con un cuchillo. Ya todo desconchado, se traslada al campamento donde se encuentra el fogón, en el cual se ensartan al piso cuatro horcones, que son estacas terminadas en V y sobre éstos unas varas cruzadas que soportarán unas varas trenzadas con matas de coigüe (Nothofagus dombeyi) donde irán las cholgas desconchadas y cocidas para su posterior secado. La idea de las matas de coigüe, es que éstas se den vuelta junto con las cholgas, permitiendo un secado óptimo de éstas, sin la necesidad de levantarlas una por una, sobre el secador.

Este proceso en el secador, tiene la función de endurecer la cholga, ya cuando esto se logra, se toma el secador entre dos personas y se lleva a un costado del campamento y se da vuelta sobre una lona, para que las cholgas no se ensucien con la tierra. Aquí se espera a que enfrié la cholga y con una aguja de cobre de unos 20 centímetros de largo y con un junquillo partido, como hilo, resistente al cual se le puede hacer nudo y no se quiebra, se comienzan a formar las sartas, que son tiras de junquillo con nueve cholgas. Se ensartaba la cholga en la aguja y pasaba al junquillo, para de esta forma hacer la sarta.

Cuando ya está toda la cholga ensartada, se reúnen en sartas de cuatro patas cada una, es decir, en tiras de juncos para luego colgarlas del uculhue, que es una vara que se coloca sobre el fogón, cerca del techo del campamento, donde se ahumaran las cholgas, a través del humo generado por el fuego del fogón, que se utiliza para cocinar y calentar el campamento. Aprovechando al máximo la energía.

Cuando ya está lista la cholga seca, se comienzan a armar los paquetes de 20 patas o juncos, las que serían cinco sartas de cuatro patas cada una. Se juntan todas, se amarran y se trenzan en la parte superior del paquete, colocando dos amarras en el medio para que no queden sueltas.

FUENTES:
- Ponce, V.; Pastrián, I. y Berrios, G. (2008). Guaitecas: Paso al Sur, Rancagua, Chile, Taller Dos Galeria.
- Saavedra, G. (2011). Perspectivas Culturales del Desarrollo en las Costas Australes de Chile: Aproximación antropológica a las persistencias y transformaciones de las economías de pesca artesanal en el litoral de Aysén. Memoria para optar al grado de doctor. Universidad Complutense de Madrid.
- Tamayo Quilodrán, M. (2011). Las Vetas de un Saber Mestizo: Maestros de Ribera de Hualaihué. Santiago, Chile, Kultrún Ediciones.

  • Identificador SIGPA: CI1528
  • Documentador: Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP)
  • Fecha de registro: 22-08-2013
  • Tipo: Cultor individual
  • Género: Masculino
  • Comuna: Guaitecas
  • Region: Aysén del General Carlos Ibáñez del Campo
  • Fallecido (21/02/2017)
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