Domingo Antonio Pontigo Meléndez
San Pedro, Metropolitana de Santiago

Don Domingo es poeta popular y cantor a lo poeta. Como tantos otros sanpedrinos, es también un agricultor dedicado al cultivo de la frutilla. Nació en el fundo de El Palqui, en la actual comuna de San Pedro, provincia de Melipilla, en 1939. Proviene de una familia con historia: su madre le contaba que la bisabuela de su tatarabuela fue una criada española que llegó con los misioneros jesuitas que se instalaron en la localidad de Bucalemu. Ella, Mercedes Escudero, llegó a poseer dos mulos que luego vendió para con ese dinero comprar cuarenta cuadras de tierra en las inmediaciones de Navidad, localidad de la cual provenía la madre de don Domingo.

Don Domingo nació en una familia de músicos. Si bien su padre no cantaba, sus tíos sí eran cantores apoetados y también dos de sus hermanos mayores. En efecto, don Domingo aprendió a cantar con su hermano Moisés. También su madre destacó como cantora. “De todas partes la buscaban para que fuera a cantar cuecas y tonadas, que era lo que ella cantaba, porque en ese tiempo no se acostumbraba que las mujeres cantaran versos (a lo humano y lo divino), ni que los hombres cantaran cuecas”, cuenta don Domingo. Como toda cantora campesina de la zona central de Chile, ella tocaba guitarra traspuesta y don Domingo aprendió de ella ese modo de templar la guitarra. Nueve años tenía cuando comenzó a tocar este popular instrumento, aunque tres años antes ya había a comenzado a cantar sus primeros versos aprendidos, para participar en la novena a la Virgen del Carmen que todos los años se celebraba en su casa. Luego, a los ocho años comenzó a salir como cantor en novenas de casas vecinas. “Antes había muchos cantores y muchas novenas de santos. En todas partes había novenas. Entonces era común que a una novena llegaran veinte cantores y más de la mitad eran puros niños que cantaban, que sabían versos. Así se aprendía a cantar antes y se aprendía todas las reglas del canto a lo divino”.

Don Domingo nunca fue a la escuela porque en esos tiempos los hacendados y patrones no les permitían a los inquilinos que enviasen sus hijos a la escuela. “No les gustaba a los patrones que los niños fueran a la escuela, porque aprendían cosas, tenían ideas y después eran sublevados”. Con apenas ocho años de edad don Domingo estaba ya privado de escuela para trabajar la tierra ajena. Sin embargo, era tanto el gusto que él sentía por el canto a lo divino que siendo muy niño, comenzó a copiar versos de cuadernos que poseían algunos poetas populares. “Yo no conocía las letras, sino que yo dibujaba las palabras igual como estaban en el cuaderno. Las copiaba, no más. Y menos sabía leer lo que escribía. Después aprendí a leer y escribir. Me enseñó mi hermano mayor. Él era muy curioso por la escultura y entonces unas dueñas del fundo lo enviaron a estudiar a San Antonio, a una escuela de artes que había, porque él era muy talentoso. Y cuando mi hermano me enseñó las letras yo ya las conocía”, relata don Domingo.

Cuando joven don Domingo asistía regularmente a las novenas de las inmediaciones. Se cantaba en El Palqui, en Codigua, en Popeta y Quincanquí. “Había en esa época muchas novenas: San José, las Cármenes, Niño Dios, San Cayetano. Había mucho donde ir a cantar, porque eran novenas organizadas por las familia: los Ureta, los Román, los Ampuero… tantas familias que hacían novenas en sus casas”. Las novenas familiares fueron el centro fundamental del canto a lo divino y también del canto a humano, porque éste último generalmente tenía lugar en el contexto de la novena, pero fuera del espacio ritual. Esto comenzó a cambiar cuando la Iglesia católica comenzó a intervenir a través de sus parroquias rurales. En este proceso las parroquias y capillas comenzaron a congregar a los cantores a lo poeta en eventos con propósitos evangelizadores, en los cuales también se controlaba el contenido de lo que se cantaba. Ahí quedó marginado el canto a lo humano, pues en muchos casos se cantaba por puntos de picardía que no se adaptaban al espacio sagrado y solemne de un templo. “Antes no se usaba esto de las vigilias, que le llaman, que son estos encuentros que después comenzaron a organizar las parroquias. Esto apareció en el último tiempo.”

El velorio de angelito fue otra ceremonia determinante en el uso sostenido del canto a lo divino. “Antes morían muchos niños chicos y cuando moría un niño llegaban muchos cantores. De todas las partes cercanas venían a cantar”. La gran tasa de mortalidad infantil que antiguamente hubo entre la población rural, hacía muy necesaria la presencia de cantores a lo divino, insustituibles en el ritual fúnebre de un infante de corta edad. Aquí los cantores eran personas claves. Pero los avances en el servicio rural de salud pública han tenido grandes logros en la disminución de la mortalidad y morbilidad infantil y hoy el velorio de angelito es un hecho aislado. Como una forma de paliar esta merma en la ocasiones de celebrar el canto a lo divino, actualmente los cantores están yendo a cantar en velorios de difuntos mayores, cuando los deudos piden esta asistencia espiritual.

Pero don Domingo no solo cultiva el canto a lo divino, sino también al canto a lo humano. “A mí me gustan los versos con picardía. Yo tenía un conocido en Melipilla que era contador y a él le gustaba mucho versear y con él a veces componíamos versos a dos razones”. O sea, pies en décima que son hechos por dos personas, donde un abre el tema en los primeros versos o línea y el otro la continua en los dos siguientes, así sucesivamente hasta terminar las diez líneas del pie.” Don Domingo ha escrito varios libros con temática mundana, entre los que destacan: Historia Sagrada; El paraíso de América: la Historia de Chile; Socios para nuestra tradición; Las dulces picardías de un poeta; Mi tierra me hizo poeta. Y dentro del canto a lo humano también cultiva la paya, participando de encuentros nacionales e internacionales organizados en Chile. Pero solo paya en coplas o cuartetas, ya que por una situación personal que le tocó vivir, dejó de payar en décimas.

Don Domingo es además guitarrista. Desde niño aprendió a tocar guitarra traspuesta, que es la forma de afinar que se usa para el canto a lo poeta. Conoce además los dos estilos que imperan en el canto a lo poeta de su zona: el rasgueado y el trinado. Además conoce muchas entonaciones o modelos melódicos para entonar versos. Estos saberes musicales son sustanciales para la continuidad del canto a lo poeta, ya que, como dice don Domingo “Décimas hay en muchos países de América, de Canarias y España, pero solo en Chile hay canto a lo divino y la forma de cantar es de acá no más”.

El Canto a lo Poeta en la provincia de Melipilla, es una práctica muy extendida. Se estima que su intensificación habría comenzado en el siglo XVII, tras la llegada de la Orden de los Jesuitas, quienes se instalaron en la costa de este territorio. Los misioneros Jesuitas habrían empleado el canto en décima espinela con fines catequistas, lo que segmentó el Canto a lo Poeta en dos grandes temáticas o ámbitos: el canto a lo humano y el canto a lo divino, este último, un universo específico que solo se da en Chile. Estas dos modalidades de canto están muy vigentes en la comuna de San Pedro y alrededores, aunque en la actualidad se percibe una disminución importante de cantores infantiles y juveniles.

Reconocimiento Tesoros Humanos Vivos 2010


Obtiene el Reconocimiento Tesoro Humano Vivo por ser un destacado exponente del canto a lo poeta, tradición lírica con más de cuatrocientos años de práctica, forjando parte importante de la poesía campesina de la zona central de Chile.

   

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