Artesana, con una linda historia de vida, aprendió el tejido en crin a los cinco años de la mano de su madre, Ana Lara. Parte de una familia luchadora, su mamá se las ingeniaba para seguir haciendo cosas y cuidar a sus hijos, con los crines ella hacía el dinero para ayudarlos en los estudios, además de vender figuras también se hacía de material en Chillán y lo revendía en la localidad. Recuerda que todos se sentaban juntos en torno al brasero a tejer, hombres y mujeres. Es una historia muy querida y que viene a la memoria con muchas alegrías. De niña estuvo interna en las Monjas Providencias en Linares y eso le dio mucha tristeza, porque no le permitía aprovechar a su familia durante la semana. Llegaba los viernes en la noche a pasar el fin de semana. Luego se fue a Santiago a otro colegio de Monjas en Puente Alto. Recién volvió a Rari, a los dieciséis años, porque no se acostumbró nunca a vivir en la Capital, sentía la ausencia de su familia y su tierra. Recuerda que una vez, que a los dieciséis años se le cayeron todos los crines al brasero. Vio cómo se quemaban los marca libros en el fuego. Fue  como perder un tesoro, una mala experiencia que la hizo dejar de tejer, por ser un trabajo perdido. Actualmente sigue tejiendo, está tratando de enseñar a sus nietos el oficio y los valores que su mamá le ensenó, ya que no quiere que se termine en las futuras generaciones. Que ellas también puedan defenderse en la vida con sus crines. 

Artesana Crin de rari