Soy organillera y tengo 37 años, en el año 2010 empecé a ejercer el oficio a través de mi suegro, Luis Lara, cuando me vine a vivir a su casa con su hijo, se dio la oportunidad que había disponible un organillo ahí el me pregunto si se lo quería trabajar, ahí enseñó a trabajar y a tocar el organillo. Antes de eso yo pololeaba con Luis, su hijo, que era organillero, pero yo no lo acompañaba en ese entonces, cuando llegué a la casa me llamaron la atención los organillos, cómo funcionaban, me gustaban las melodías, los sonidos, fui aprendiendo a cambiar la música, me enseñó las terminaciones de las melodías, como terminaban para no pasar al otro tema.
Rápidamente salí a trabajar el organillo, al principio me ponía nerviosa, me daba un poco de vergüenza, para mí era nuevo, cuando noté que a la gente le gustaba, lo que uno hacía y más encima mujer, lo encontré bonito y me fui acostumbrando, al principio me ponía una chaquetilla no más, ahora, en la actualidad una se pone una falda, chaqueta. Me iban a dejar y a buscar, valía la pena trabajar pues se ganaba dinero. Iba con mi hija de dos años y ella al escuchar las melodías se ponía a bailar y eso también llamaba la atención. Desde hace dos años, que compramos un organillo ya no le trabajo a mi suegro. El organillo es como una cajita musical, que tiene un fuelle de aire, al girar la manivela mueve un cilindro con música, ahí sale la melodía, el cilindro tare 8 canciones.