Basilia Santos Escalante Escalante
Diego de Almagro, Atacama

Basilia Santos Escalante Escalante nació en 1929 en la quebrada El Asiento, ubicada en el sector El Cadillal de la comuna de Diego de Almagro, región de Atacama. Es hija de Eduardo Araya y María Catalina Escalante, ambos colla, provenientes de Argentina. Basilia es la mayor de cinco hermanos: Román, Jesús, Violeta y Zulema. Solo su hermano mayor lleva el apellido del padre, lo que da cuenta de la particularidad matriarcal de su vida familiar y cómo esta marcará la autoconstrucción de Basilia como matriarca colla.

Doña Basilia ha pasado gran parte de su vida en zonas cordilleranas de la provincia de Chañaral, viviendo un vínculo profundo con el entorno natural como parte de su cosmovisión de mujer colla y su modo de vida cíclico y trashumante como pastora de animales. Esto lo aprendió de sus padres y lo continuó junto a su esposo, también colla, Claudio Gerónimo Vásquez, con quien tuvo diez hijos: Zoilo, Ilario, Salomón, Abraham, Benjamín, Elba, Fermín, Nicolasa, Leónidas y Anita.

Su vida familiar en la cordillera —en los «campos» de El Cadillal y sus alrededores— se vio interrumpida en la década del 70, cuando, al igual que muchos collas, fue forzada a emigrar de sus tierras debido al impacto de la gran minería en la región, viéndose obligada a emigrar hacia el campamento minero Potrerillos, en donde trata de adaptarse a un nuevo sistema de vida que es totalmente ajeno a ella, alejándose de la vida que la vio nacer en donde gozaba de plena libertad y contacto con la naturaleza.

Luego de la erradicación del campamento de Potrerillos en el año 1998 se fue a vivir a Diego de Almagro y después de un corto tiempo retorna al sector de quebrada de Agua Dulce, donde puede reencontrarse con sus raíces y quehaceres ancestrales que mantiene hasta la actualidad.

Desde su nacimiento, doña Basilia creció recorriendo el «campo» en trashumancia, siguiendo el ritmo de la Mama Pacha de acuerdo a los cambios de estaciones. De esta manera, los ciclos de la naturaleza, sus animales, los cerros, quebradas y aguadas cordilleranas tienen en ella un profundo significado, ya que los collas se encuentran íntimamente ligados a la tierra, la que es vista como su razón de ser. Así, la tierra, la Mama Pacha o Pachamama es fundamental para entender la cosmovisión de esta cultura ancestral.

En sus prácticas y conocimientos, se expresa una forma de ver el mundo ligada a la tierra, donde los ciclos de la naturaleza, y la relación que establece el ser humano con esta, estructuran el modo de vida de sus comunidades. Es por ello que los collas realizan migraciones estacionales de invierno y verano —invernadas y veranadas—, entre la alta y la baja cordillera, según la disponibilidad de forraje y agua para sus rebaños, y las condiciones climáticas de temperatura y precipitación. Sus circuitos de trashumancia tienen lugares habilitados con viviendas de paso que les permiten dormir y residir el tiempo que dura su estadía.

Otra actividad característica de la doña Basilia, derivada de la cría de animales —de la oveja principalmente— son los quehaceres y saberes relacionados con las técnicas de tejido tradicional. Doña Basilia adquirió ese conocimiento de su madre, quien, según cuenta, era una buena «tejendera». Doña Basilia ha transmitido este saber a sus hijos de manera práctica en la vida diaria, ya que en la vida de cordillera es fundamental saber tejer para poder proveerse de vestimenta y protegerse del frío. Otra práctica vinculada a la crianza de animales que doña Basilia continúa realizando y transmitiendo a las nuevas generaciones es la elaboración de queso hecho con leche de cabra.

Dentro de este contexto doña Basilia es una mujer líder, reconocida por su gran sabiduría, experiencia y conocimientos ancestrales. Su larga trayectoria en la comunidad la releva como una persona llena de conocimientos sobre la naturaleza, tradiciones, costumbres y usos rituales, ganándose el respeto del grupo familiar, comunidad en los cuales goza de autoridad.

Reconocimiento Tesoros Humanos Vivos 2016


Se entrega el reconocimiento por su sabiduría ancestral, con la cual ha representado y liderado la resiliencia del pueblo colla y difundido su cultura en el contexto del desierto de Atacama; la autoridad social y espiritual que en ella reconoce su comunidad; sus saberes y prácticas asociados al telar y el floreo de animales; y por la experiencia acumulada en relación con la naturaleza, las costumbres y las ritualidades.

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