Gustavo Muñoz comenzó como organillero a los 12 años de edad. Aprendió de su padre que también era organillero, quien, a su vez, heredó el instrumento de su hermana. Sus primeros recorridos los realizó en Valparaíso, tocando en los cerros y el plan de la ciudad porteña. Con los años comenzó a recorrer otros destinos dentro de la misma región. Posteriormente comenzó a trabajar en las ciudades del norte del país. Para 1962, en tiempos del Mundial de Fútbol, se hallaba trabajando en Arica, cuando a Chile le tocó jugar con Rusia. Por el sur ha trabajado hasta Chiloé.

En 1998 ingresa a la Corporación de Organilleros de Chile, cuando aún no tenía la personalidad jurídica. Con la misma institución viaja a México integrando una comitiva artística de organilleros, gracias a un proyecto institucional financiado por el Ministerio de Relaciones Exteriores. Actualmente trabaja recorriendo el norte del país, especialmente en La Serena, sector del centro, calle Cordobés esquina Balmaceda.

El organillo con que trabaja es del tipo violín, un modelo antiguo de procedencia francesa, al que se le estima una antigüedad cercana o mayor a los 100 años. Las melodías más típicas que posee son: "Adolorido", "La cucaracha", "Mejillones", etc. Habitualmente trabaja acompañado de un loro que saca la suerte. Es dueño de varios organillos. Su modelo violipan o violín con joroba, fue el último organillo francés que funcionó en las calles de Chile. Fue vendido a un coleccionista en 2009.

Corporación Cultural Organilleros de Chile reconocido THV 2013.