Joaquín Segundo Isla Opazo
Talabartero
Chillán, Ñuble

Don Joaquín inició su vínculo con la talabartería a los 8 años de edad, cuando visitaba el taller de su padre y recogía pequeños trozos de cuero con la intención de fabricar ondas de juguete. A los 20 años decidió dedicarse de lleno a reproducir esta técnica artesanal.

La rapidez con la que aprendió el oficio resultó sorprendente. En menos de un año superó en rapidez y aptitudes al secretario de su padre, empleado que llevaba 10 años trabajando en el local: "Yo trabajaba y le ponía atención a todo lo que hacía mi papá, era puro mirar y preguntar. Miraba cada montura que iba saliendo, tomaba las medidas, veía los ángulos, la inclinación y así fui aprendiendo". Una pequeña anécdota gráfica la situación anterior: "En ausencia de mi padre, yo y su secretario quedamos encargados de la talabartería, solo faltaba recortar unos pellones y terminábamos la montura, pero el secretario quería esperar a mi papá. Mi papá se iba a demorar, así que decidí recortar los pellones yo mismo, todo esto a pesar de las advertencias y enojo del secretario. Cuando mi papá llegó, miro los pellones y desde ahí me permitió intervenir más, tuve chipe libre con las monturas".

Desde aquel hecho ya han pasado 37 años. Hoy, don Joaquín cuenta con un taller ubicado a cuadras del Mercado de Chillán y día a día revive los conocimientos heredados por su padre, tíos y abuelo.

El dominio del cuero o la piel curtida de los animales ha estado presente en el desarrollo de las culturas desde épocas prehispánicas, sin embargo, la talabartería, específicamente el trabajo dedicado a la implementación o "aperamiento" del caballo y su jinete, se instaló en Chile desde la llegada de los españoles.

"En el siglo XVI, García Hurtado de Mendoza trajo a Chile caballos y monturas. La industria del cuero y su utilización en la montura, los aperos y arneses se inician en la misma Colonia" (Hernández Romero, 1970, p.57). Durante este periodo, la talabartería española, tuvo modificaciones producto del sincretismo cultural entre lo indígena y lo español.

En 1835, después de la cuarta fundación de Chillán, en el centro de la ciudad se instala el Mercado, lugar de abastecimiento e intercambio comercial que albergó a cientos de locales que diariamente recibían cerca de 400 carretas cargadas de mercadería para ser permutada. Además, el surgimiento de este espacio tan significativo para los habitantes de Chillán y alrededores, potenció el desarrollo de pequeños talleres artesanales y negocios familiares, entre los que destacaban las talabarterías. "La región vivía única y exclusivamente de la agricultura y como único medio de locomoción se contaba con el caballo y carruajes tirados por este gran amigo del hombre, era una época en que toda la familia campesina andaba a caballo luciendo finos aperos" (ibíd. p.58).

El auge de las talabarterías en Chillán se vio fuertemente potenciado por dos hechos fundamentales: el primero relacionado con la creación de la "Escuela de todas las Artes" fundada por los jesuitas durante el siglo XVII. Bajo el alero de esta institución, se especializaron una importante cantidad de artesanos, entre ellos maestros talabarteros, quienes viajaron propagando, junto con la religión, cada uno de estos oficios. El segundo, asociado con la instalación de una serie de curtiembres o curtidurías producto de la migración vasco-francesa que durante el siglo XIX se radicó en la cuidad y generó toda una industria en torno al trabajo en cuero, fábricas que producían materias primas de excelente calidad. Lo anterior, sumado al conocimiento propagado por los jesuitas, potenció el desarrollo de este oficio que vino a satisfacer las necesidades cotidianas de la colectividad, convirtiéndolo en una actividad de alto reconocimiento social.

La agricultura y la ganadería no podrían haber alcanzado los niveles de desarrollo que experimentaron en aquella época sin la ayuda del caballo. A través del caballo el hombre pudo cultivar la tierra, vigilar el ganado y trasladarse desde el campo a la ciudad. De ahí nace la necesidad de cuidarlo y equiparlo con todo aquello que hiciera más confortable su uso. Además y desde la perspectiva cultural, con el paso de los años este animal se fue vinculando a la imagen del huaso chileno, arraigándose en nuestro imaginario colectivo, y convirtiéndose en símbolo de nuestra identidad nacional.

Es bajo este contexto que nace la tradición Isla, una familia de talabarteros especializados en la fabricación de monturas. Don Amador Isla fue el fundador de este legado y transmitió este conocimiento a sus hermanos, hijos y nietos. "Muy prestigiosas dentro y fuera del país son las monturas de la talabartería de don Amador Isla e hijos (...) cuya familia lleva ya un siglo de tradición artesanal. Don Amador, como sus hijos, trabaja desde joven en el oficio que aprendió de un tío y, éste, a su vez, aprendió de su padres y hermanos. De esta talabartería han salido aperos y monturas para hacendados y turistas de Argentina, Perú, Brasil, Estados Unidos, Canadá, España e Inglaterra (...)" (ibíd., p. 58)

Desde siempre, la marca Isla ha sido sinónimo de excelencia y calidad, es el reflejo de los saberes acumulados de manera intergeneracional y de un talento que cada artesano de la familia se preocupó de perfeccionar con el tiempo.

Hasta la década del 60, las monturas eran confeccionadas utilizando bases de mayores proporciones ya que "una de las características de la montura chilena (era) su grosor y pesadez, la sucesión de cueros y tejidos amortiguadores que lleva consigo, cuya necesidad la explica el hecho de que ella servía de cama" (Lago, 1953, p. 155); por lo que la familia Isla introdujo una serie de modificaciones a la montura tradicional que llevaron a revolucionar la talabartería por completo. Fue así como en 1968 la Federación de Rodeo de Chile reconoció montura fabricada por la familia Isla como la nueva montura chilena, caracterizada por ser más pequeña, cómoda y ligera.

  • Identificador SIGPA: CI2821
  • Fecha de registro: 21-07-2016
  • Tipo: Cultor individual
  • Género: Masculino
  • Comuna: Chillán
  • Region: Ñuble
  • Cultor destacado 2016
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