Antecedentes biográficos:

Don José Victorino llegó a vivir y trabajar a Las Canteras (Colina) en 1976, proveniente del sur de Chile. Siempre fue un amante de los caballos y de las actividades asociadas a ellos, además de definirse como católico. En sus primeros años como colinano recibió la invitación de un grupo de amigos para participar en el Cuasimodo local. En un principio, la información que recibió sobre la festividad fue escueta pero atrayente; digna de verificar en terreno. Por aquellos tiempos prácticamente no existían vehículos motorizados en Colina, perteneciendo uno de los pocos al patrón del fundo donde trabajaba Don José, quien era el encargado de conducir este automóvil de grandes dimensiones. De esta manera, el invitado acudió ese año al lugar de reunión acompañado de 5 o 6 cuasimodistas a eso de las 7 am, bien aperados en el vehículo de su trabajo. De inmediato, el Sr. Escobar comenzó a observar las actividades de los cuasimodistas con gran fascinación e interés, enfocado en los aspectos ecuestres pero preguntándose también cuál era el trasfondo de esta multitudinaria festividad que lograba congregar tal cantidad de gente y provocar en ellos tan evidente pasión. Ante sus ojos matrimonios con sus bebés vestidos de pies a cabeza a la usanza se citaban de madrugada. El fulgor y entusiasmo de las personas se palpaba en el ambiente matinal ante el asombro del nuevo espectador, hasta que observó la salida rauda del cura en carroza con su copón (donde se deposita al Santísimo) desde la parroquia escoltado por los tradicionales jinetes, espectáculo que consideró en extremo bello. Pero más allá de la belleza estética de la instancia, él seguía preguntándose por el sentido último de esta celebración, capaz de lograr tal atención de la gente en medio del crudo frío campestre y la llovizna. Ensimismado, se prometió averiguar a fondo en qué consistía Cuasimodo, para lo cual consultó a un catecúmeno del barrio experto en religión, a quien le expuso con simpleza su experiencia y curiosidad acerca del origen y el sentido de la fiesta. El religioso le explicó con detalles el origen histórico de Cuasimodo (ligado a la entrega de la Comunión en lugares rurales a inicios de la República y eventualmente en la Colonia) y otros aspectos ligados a la religiosidad popular que estructuraron la esencia de esta festividad, todo lo cual dio un cariz aún más interesante a este evento terminando por convencer a don José de convertirse en cuasimodista. En esos años, Las Canteras era una zona netamente rural, donde pastaban libres centenares de equinos y vacunos por los cerros. Uno de ellos, un potrillo vigoroso, fue elegido por el nuevo cuasimodista como animal especial que lo transportaría en las corridas de Cuasimodo. 1978 los vio “correr a Cristo” por primera vez.

Don José Escobar corrió bajo el alero de distintos grupos locales, en sus inicios. A finales de los años 70 la corrida en Colina era bastante desordenada, provocándose a ratos confusión y/o disturbios que empañaban en cierta medida su belleza y la importancia del sentido religioso. Por ejemplo, se estilaba que la gente de Peldehue llegara al lugar de inicio de la corrida el día anterior (sábado), reservando un lugar en la vanguardia de la caravana. Ya instalado su estandarte, dejaban a jóvenes cuidando el lugar mientras los huasos mayores se retiraban a tomar en los bares locales toda la noche, presentándose muchos en claro estado de intemperancia a la mañana siguiente. Luego, durante la corrida, se ejercía la “ley del más fuerte”, ubicándose en los lugares de privilegio (delante de la carroza principal) aquellos jinetes que tenían los caballos más enérgicos y grandes. Incluso en la localidad de San Miguel se premiaba al corredor que llegaba primero al caserío desde las puertas del fundo, galopando los jinetes frenéticamente unos 500 metros para ganar. Naturalmente, todas las actividades eran acompañadas de gran cantidad de alcohol, siendo normal que al finalizar la fiest