Nacido y criado en la zona, vive en la misma casa desde hace 30 años. Actualmente tiene 68 años.
Se desempeña como salinero desde los 13-14 años, edad en que su padre le enseñó. “Mi papá trabajó mucho en las salinas acá, mis hermanos también y mi hijo, que falleció en marzo de este año en un accidente de auto”. Comenzó trabajando junto a su padre en Lo Valdivia.
Sobre el periodo de cosecha cuenta que a “Toda la gente le gusta acá, uno mismo celebra cuando está cuajando, es bonito. Toda la gente de aquí, salineros y familias y los turistas, es bonito y bueno como todo puede girar en torno a la sal”.
En relación a la catástrofe socio-natural de terremoto y posterior tsunami que afectó a la zona, cuenta que “Después del terremoto las salinas se vinieron abajo y quedaron con problemas, descontroladas, se desequilibró el orden natural que teníamos. Seguimos trabajando, pero no hay mucho que hacer, eso es natural y hay que dejarlo así.”
Fernando además es constructor de botes de madera: “Cuando hago los botes ocupo la madera de ciprés, saco en barraca por medidas, y saco los palos curvos del campo y arreglo con motosierra para hacer botes. Los remos también los hago yo, aunque a veces por el tiempo los paso así nomás. Ahora igual hago pocos botes, porque muchos los están trayendo de fibra. Con el tiempo y el agua la madera se gasta, pero igual los vendo en otros lados”.
Dentro de su familia conocen el oficio su padre, sus hermanos y su hijo.
Define el ser salinero como “Un trabajo bonito. Hay que ser responsable para trabajar, sino no hay sal”
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