Es organillero y el oficio lo aprendió a los veintinueve años, hoy tiene 46 años. Luis tenía amigos chinchineros, que lo invitaron a trabajar, tenía algo de plata para comprar materiales y le enseñaron a hacer remolinos, la rosca donde van, chicharras y se entusiasmó porque era un trabajo manual, tan rico, artesanal, liviano, y viajaban al sur y volvían, así que aprendió primero a ser juguetero. En algún momento se fue de Santiago, a Iquique y conoció a Don Luis Aravena, que ya falleció, él le enseño el organillo, con él fue aprendiendo cómo funcionaba, las clavijas, el rodillo, la biela, los teclados, después se volvió a Santiago y aprendió más del organillo con Don Sergio Apablaza y cuando se fue donde la Señora Tania Ollaz, lo invitó a trabajar con ella y a recorrer distintas calles, aprendió a vender y tratar con el público cosa de la que no tenía idea. Dejó todo, trabajo, etc. Para seguir el organillo porque encontró que era una “pega” linda, bonita, además que la gente lo felicita, saluda y al ver su felicidad se siente bien, tiene clientes que lo saludan por su nombre. Luis arrienda un organillo, y ahora está juntando dinero para comprase uno. Por el momento lo arrienda. El oficio le ha dado mucho más que otros trabajos que tuvo, se independizó, se compró muebles, auto, arrienda una casita, todo eso se lo ha dado el organillo, la libertad por supuesto, puede salir a la hora que quiere y viajar el tiempo que él quiera. Luis viaja todo el tiempo para todas partes, para el sur, para el norte, se queda por meses afuera.