Manuel Antonio Lizana Quezada
La Pintana, Metropolitana de Santiago

Sus primeros aprontes en esta práctica musical los tuvo como ayudante de Héctor Lizana Gutiérrez, su padre, a quien acompañaba como juguetero mientras él ejecutaba el organillo. A los 9 años de edad, Manuel Lizana tomará el lugar del chinchinero por unos años, oficio que volverá a desempeñar tiempo más tarde, cuando don Raúl Allende ejecute el organillo, en vez de su padre. Sin embargo, antes que esto suceda, Manuel Lizana, con 10 años de edad, comenzará a accionar el organillo, el cual arrendaban a doña Raquel Hernández. Con la incorporación de su hermano Juan Lizana, y junto a su padre, formaron el Trío de la Guardia Vieja. Cuando tenía 15 años de edad, logra comprar su primer organillo al organillero Gustavo Muñoz. Desde este momento comenzará a indagar respecto a la afinación del instrumento, iniciando así, el camino para convertirse en maestro constructor y restaurador de organillos. Pasarán 8 años antes de empezar como maestro propiamente tal, reparando algunos organillos en mal estado, luego del fallecimiento del maestro anterior, Enrique Venegas. Para 1991 construye su primer organillo, un 16 grande, llamado El Pito de Bronce, que será trabajado por la familia. Luego, en 1997 construirá El País de las Campanillas, un 19 grande, que regalo a su hijo Héctor. Su tercer organillo es un 16 grande llamado Julián y lo fabricó en 2001. En 1992 construye el primer cilindro con los 8 primeros temas musicales puestos en su taller (hasta entonces se usaban cilindros antiguos). Al año siguiente gana el en FONDART el proyecto Restauración de cuatro organillos chilenos, destinado a recuperar gratuitamente los organillos de colegas de otras familias organilleras. En 1998 financia Organilleros chilenos. Gestión de apoyo a la juglaría de tradición urbana, otro proyecto Fondart destinado a reparar y remozar la totalidad de los organilleros que tres años más tarde dieron vida a la Corporación Cultural Organilleros de Chile.

Como maestro ha viajado diversos países: Argentina y México (2002); Alemania (2004, 2005, 2008, 2011, 2014, 2017) como invitado al festival más grande de organología. Como ejecutantes de organillo y chinchín, la familia Lizana, ha viajado a Ecuador, Argentina, Estados Unidos, Canadá, Perú, México, Cuba, Panamá, etc. El año 2001 fundó junto a Agustín Ruiz y Patricia Rayes la Corporación Cultural Organilleros de Chile, la cual cuenta con 32 miembros. En la actualidad, Manuel Lizana, trabaja junto al compositor Edgar Urgarte, quien realiza los arreglos musicales que serán transcritos a cilindro. Su labor como maestro ha sido destacable: a restaurado aproximadamente 20 organillos en Chile y otros tantos en el extranjero, y ha llegado a fabricar más 17 organillos, que musicalizan las calles de distintas ciudades de Chile.

Don Manuel Lizana es hijo de don Héctor Tito Lizana y Juanita Quezada. Nació en mayo de 1949 en la ciudad de Santiago, cuando sus padres aún vivían en la casa de la Señora Raquel Hernández en Gran Avenida. A los 7 años, siguiendo con la tradición de don Tito, empezó como ayudante de su papá. Salían con organillo y él vendía las pelotas y recogía las monedas. Tiempo después, empezó a tocar el bombo que don Tito tras la muerte de su hermano había dejado de tocar. Así fueron los primeros pasos de Manuel en el oficio, no obstante, después se invirtieron los roles; don Tito tomó el bombo y Manuel el organillo. Tenía ocho años cuando don Celedonio le regaló el organillo a su padre. Llegó “todo desarmado”. Entonces lo llevaron donde el Maestro don Enrique Venegas. Después de un año volvieron donde el maestro, encontrando el instrumento “tal cual lo dejaron igual, debajo del mueble”. Recuerda que por esos años, 1958-1959, él con once años de edad y junto a su padre, era una “novedad”, puesto que en Santiago prácticamente no habrían quedado chinchineros. Primero hicieron pareja, bombo más organillo, para más tarde formar junto a un tío, el “Trío Guardia Vieja”. Este trío tuvo éxito en la ciudad, no obstante al pasar el tiempo se separaron. A partir de entonces, don Manuel, siendo aún un niño, trabajaba sólo en la semana con el organillo, y el fin de semana hacían dupla con su padre. Así, trabajaban en San Bernardo, barrio Franklin, Paseo Bulnes, calle San Diego, Barrio Mapocho, La palmilla, Independencia, Santa Rosa y El salto, entre otros. Como los organillos no tenían carros con ruedas, debían guardarlos en “guardaderos”, que por lo general eran restaurantes y en menor medida casas particulares. Por esos años trabajaban organillos arrendados al Señor Antonio, quien importaba pianos desde Alemania. Don Manuel recuerda que por esos años la música del organillo atraía a las personas ya que no todos podían tener radio. Ellos vendían los cancioneros de las canciones, especialmente de música mexicana. Además vendían la suerte, pelotas de aserrín y remolinos.

Don Manuel rememora que en lugares como San Bernardo y Calera de Tango, la gente le encargaba los cancioneros, era “como llevar la música mexicana al campo. Cuando llegaba irrumpía con el silencio. La gente se ponía a bailar”. Para las fiestas patrias del Parque O’Higgins lo llamaban. Volviendo al organillo por reparar dejado al maestro Enrique, decidieron hacer un trueque con don Gustavo; le pasaron el instrumento desarmado más dos mil escudos, a cambio, don Gustavo les pasó un “Trompeta”. Luego lo vendieron y se compraron otro “Trompeta”, que es el que tiene su padre, don Tito, hasta hoy. A partir de entonces empezó a reparar organillos, sin tener organillo. Con su padre aprendió a afinar, a usar las herramientas para afinar los organillos. Luego empezó a estudiar el organillo. A los 16 años tomó conciencia de que quería reparar organillos y comenzó por los de su padre. El primer piano que arregló fue el “Cucaracha”. No obstante, pese a que él aprendió el oficio de reparación, en virtud que don Enrique seguía vivo, todos seguían entregándole al maestro la reparación de sus pianos. Le ofreció ser su ayudante, ofrecimiento que no fue aceptado. En 1983 murió don Enrique, don Manuel ya sabía reparar organillos, no obstante, las personas no confiaban en don Manuel. Estaban acostumbrados a la “mano” de don Enrique. Con la muerte de don Enrique, los dueños comenzaron a vender sus organillos, ya que había “muerto el doctor”. Quienes arrendaban organillos también los vendieron. Y de a poco, recuerda don Manuel, algunos organilleros fueron lentamente confiando en él, y con ello, comienza a dedicar su vida a la reparación. Luego de tres años de rechazo e insultos propinados por sus colegas, empezó a reparar organillos particulares, y el año 88-89, comenzó la construcción del primer organillo, el cual en 1991 estuvo listo. Se trataba del “Pito de Bronces”, el primer organillo construido por don Manuel. Se tardó dos años en terminarlo puesto que estaba SIGPA - Sistema de Información para la Gestión Patrimonial Ficha registro: Cultor Individual fabricando el instrumento y copiando la música. Cuenta que trabajaba en condiciones muy precarias, sin máquina eléctrica, y también, que recorrió todo Santiago buscando los tubos de bronce. Aquí relata la siguiente anécdota: rompió un catre de bronce para construir el organillo que actualmente está en manos de Manuel Lara. Otra anécdota relacionada: fue a visitar a su suegro a Valparaíso, quien tenía un baúl que le regaló.

Don Manuel desarmó el baúl y se trajo a Santiago las tablas para construir un organillo. Mientras don Manuel incursionaba en la reparación y construcción de instrumentos, seguía trabajando con el organillo. Un hito relevante en su historia es la entrevista realizada por Pedro Chaskel del programa televisivo “Al sur del mundo” en 1996-1997. Para don Manuel, esta entrevista le abrió una puerta. En ella expresó los sueños que tenía, entre los que se encontraba ir a México y a Alemania. Luego, el año 2001, apareció un programa de TV llamado “Así es mi oficio”, donde aparecía un constructor de cilindros. Entonces, llamó a Agustín Ruiz quien tenía una tarjeta de un organillero mexicano. Así, llamó a México y partió con un organillo para mostrar su trabajo. Allá tuvo buena recepción, pero a lo largo de su estadía, no le creyeron sus habilidades para arreglar organillos. Los últimos días de estadía, cuando ya había “tirado la esponja”, le mostraron tres organillos, los cuales, en su opinión, eran bastante deficientes. Entonces, le pidieron mostrar el suyo. Todos pensaron que era de fábrica, y no le creyeron cuando dijo que había sido construido por sus propias manos. La incredulidad primó, y su última carta fue ofrecerles reparar un organillo gratis. De esta forma, arregló el organillo llamado “El Calladito” y cuando lo probaron, “nadie podía creerlo”, pidiéndole disculpas por su desconfianza infundada contra él. Finalmente se quedó tres meses y arregló tres organillos.

Don Manuel reconoce que para llegar a ser quien es hoy, tuvo que convencer a mucha gente. A través de largas conversaciones se fue ganando un lugar y con el tiempo un prestigio en el oficio de constructor. Los primeros encargos que recibió para construcción de organillo fueron por ende desde México. El año 2003 viajó nuevamente a México con un cilindro nuevo. A la fecha, ha vendido solamente tres organillos en Chile. Actualmente don Manuel sale poco a tocar y cuando lo hace, es principalmente por encargo. Reconoce que la reparación y construcción de organillos absorbe su tiempo, y que quisiera salir más a tocar.

Finalmente, don Manuel Lizana Quezada fue reconocido en Alemania como maestro constructor de organillos, en el transcurso del Orgelfest de 2014. La certificación se la concedió la firma Waldkircher Orgelbau Jäger & Brommer, organizadores del festival y una de las más grandes fábricas de órganos del mundo.

La práctica del organillo tiene antecedentes en Chile al menos desde 1895, año en que habría arribado a Chile el organillero alemán Joseph Strup. Según testimonios de don Héctor Lizana (1928) este inmigrante germano se habría radicado en el sur del país, introduciendo tanto el organillo. También se tienen noticias de este pionero por una entrevista que en 1962 el novelista y Premio Nacional de Literatura José Donoso, realizó a don Enrique Venegas, antiguo maestro organero de Santiago, que dio mantenimiento a los organillos durante gran parte del siglo XX. Según relata el maestro organero Manuel Lizana, hijo de don Héctor, don Enrique también era del sur y sus conocimientos los habría aprendido de un alemán, de modo que es posible que haya sido el mismo Joseph Strup quien le enseñó a don Enrique quien, por lo demás, era el único maestro que hubo en Chile hasta el debut del maestro Manuel Lizana. A partir de la llegada de Strup se habría comenzado a generalizar el uso de este instrumento en las ciudades más importantes de Chile, destacando Santiago y Valparaíso como las plazas que concentraban mayor cantidad de cultores de la disciplina. Junto con Strup hobo otros inmigrantes pioneros que reforzaron esta práctica; aún permanecen en la memoria colectiva los nombres de Lázaro Kaplan.

Corporación Cultural Organilleros de Chile reconocido THV 2013.

  • Identificador SIGPA: CI109
  • Fecha de registro: 04-08-2011
  • Tipo: Cultor individual
  • Género: Masculino
  • Comuna: La Pintana
  • Region: Metropolitana de Santiago
  • Fallecido (21/08/2021)
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