Antecedentes biográficos:

Don Nelson González comenzó a correr Cuasimodo alrededor de los 10 años de edad, si mal no recuerda, en 1957. Nacido y criado en las cuatro cuadras de parcela que tenía su abuelo a la altura del 3000 de la actual calle Rojas Magallanes, fue forjando desde muy pequeño una vida ligada al trabajo en el campo precordillerano. Siendo un retoño, recuerda cómo sus grandes referentes y educadores, padre y abuelo, eran cuasimodistas. Con el pasar de los años, él tomaría la batuta del Cuasimodo en su familia al irse retirando paulatinamente los progenitores mientras él se transformaba en un asiduo corredor, que no perdía versión año a año. Esta dedicación finalmente traspasó los límites de su núcleo de trabajo inserto en la parcela y el colindante fundo Lo Valenzuela, para convertirse en uno de los más importantes impulsores de Cuasimodo en La Florida, mientras la urbanización se hacía cargo de los antiguos campos en conjunto con algunas de sus tradiciones.

Según lo que don Nelson escuchaba en algunas conversaciones entre su padre y abuelo siendo un niño (las reglas de la época no permitían que un menor interviniera en conversaciones de adulto), esta corrida debiera remontarse al menos a principios de la década de 1930. También cree haber escuchado este curioso chiquillo que la iglesia San Vicente de Paul se inauguró con la realización de un Cuasimodo. Este recinto, desde donde siempre ha partido la corrida (salvo pocas excepciones) se transformó en iglesia abierta para la comunidad en 1939 al ser donada por don Vicente Valdés, ya que antes era una capilla privada propiedad del fundo Las Mercedes.

La corrida era organizada bajo el alero del fundo Lo Valenzuela, compuesta por trabajadores del mismo. Don Pedro Muñoz (Q.E.P.D.) era el patrón de este latifundio, quien tenía directa relación con los inquilinos y trabajadores, a diferencia de su dueño, coordinando las actividades agrícolas. Él tenía un coche de madera tirado a caballo y una hermosa yegua llamada “Niña”, además de unos 10 o 12 caballos más. El vehículo y los animales eran dispuestos para la corrida encomendándoles a algunos trabajadores interesados el arreo de los equinos que se encontraban dispersos, lejanos en el descampado. Externos al fundo eran unos 7 jinetes más, donde se insertaba don Nelson. Don Pedro oficiaba de jefe también durante la corrida, guiando y resguardando al grupo. Un lugar especial en la memoria del lugar guarda el caballo en que don Nelson corría el Cuasimodo por largo tiempo en esa etapa. Se trataba de “Callao` el Loro”, un animal huraño, chúcaro y loco, pero de una fortaleza y belleza increíble. Para contar con él debían empezar a pillarlo el jueves (4 días antes de la corrida) entre al menos diez personas, ya que el caballo se encontraba lejano pastando sin ninguna gana de ser montado. Sólo se le pillaba una vez al año. En una ocasión el grupo después de un arduo trabajo logró acorralarlo contra unas zarzamoras impenetrables, pero el equino sin dejarse doblegar prefirió lanzarse en contra de la ruda vegetación. El resultado fueron varias horas de fino trabajo, hasta las 12 de la noche, sacando una a una las ramas enterradas en el cuerpo de “Callao`el Loro” para rescatar su herido cuerpo y llevarlo a correr. Las anécdotas en el campo relacionadas a Cuasimodo eran múltiples. Por otra parte, en esos años, rememora don Nelson que la pasión, devoción, cariño y seriedad con que se hacía la corrida era muy profunda, lo cual fue decayendo un poco con el tiempo.

En sus inicios como cuasimodista eran dos corridas las que circulaban por la zona de Rojas Magallanes: una proveniente del paradero 23 de Av. La Florida, que desapareció, y la suya que tuvo y tiene como centro neurálgico la parada 14 de esta misma avenida. Incluso se mantiene el lugar de partida que utilizaban en los años sesenta, ubicado en la planicie frontal de la iglesia San Vicente de Paul. Al regresar a la iglesia, en una cancha ubicada en su parte po