Soy organillero y chinchinero, empecé como a los 12 años, mi abuelita era la única organillera que había en Chile, se llamaba Domitila Umaña y arrendaba el organillo a Don Omar Chávez y mi tío Raúl Rioseco, empezó a ser chinchinero, mis tíos y mi mamá que también era organillera. Mi hermano mayor empezó a tocar el chinchin y a mi encantó esta profesión. Aprendí mirando a mi familia como tocaban el chinchin, lo primero que aprendí fue ser chinchinero, mirando tocar al ritmo y al compás de la música que está tocando el organillo, no es llegar y tocar.
La primera vez que empecé a tocar andaba con dos primos, uno de ellos se enojó y no quería tocar el bombo y le dije a Raúl, mi primo, yo toco y me puse el bombo y ahí empecé a tocar y no he parado.
En juguetería, se hacer remolinos, chicharra, araña, eso se aprende, mi tía Lela (QEPD) nos castigaba cuando nos íbamos para la calle, había que hace remolinos.
Pienso que tener la profesión organillero y chinchinero es maravilloso, cuando la gente te dice que bonito lo que haces, que toque una melodía te sientes súper feliz, importante para el país, para la gente, para los niños, que haces algo muy bonito para la cultura, el patrimonio. Trabajo habitualmente en la Plaza de Armas de Santiago, en Providencia, en Estación Central, salgo a recorrer poblaciones, en distintos lugares del país, en el verano me voy para Pucón, Temuco.