Tiene 52 años y nació en Cáhuil, localidad donde vive actualmente. Su familia ha vivido en Cahuil desde hace mucho tiempo, cuenta que sus abuelos también habitaron esa zona.
Empezó a trabajar a los 15 años, sus padres le enseñaron el oficio, conocimiento que fue complementando a través de la observación. Trabaja hace 40 años en sus salinas. Sus hermanos también conocen el oficio.
En el sector salinero, se produce movilidad de lugares de trabajo, debido a que la gran mayoría de quienes trabajan la sal, no son dueños del terreno donde está emplazada la salina. En relación a esto cuenta:“He trabajado en Huala, que ahora queremos una acción para que tengamos trabajo la gente de acá de la zona. He trabajado también en Barrancas, que fue la primera vez, cuando trabajé con mi padre.
Hace 10 años se dejaron de trabajar las salinas de Cáhuil, por el mismo asunto de que los dueños no quisieron trabajarlas más, las dejaron botadas”
En relación al trato que se daba entre dueño de salina y salinero (o mediero) indica que se realizaba división en la paga “Si cosechamos mil sacos, tocamos 500 cada uno (…) 500 yo y 500 el que dice ser dueño de la salina”. Mientras que en relación al trabajo, la mayor parte se la lleva el salinero o mediero, mientras que uno de los pocos trabajo que se realiza a medias es el trabajo del barro “Él pagaba la mitad y nosotros teníamos la otra mitad, que sacarla pa’l lado de nosotros”.
Sobre las temporadas de trabajo cuenta que “Las salinas se empezaban a trabajar en septiembre. Más o menos el 30 o 31 de agosto se tapaban las compuertas y el 10 o 15 de septiembre se trabajaban las salinas. Empezaban a sacarle los barros, pedacitos de barro, y después empezaban a salitrar”
El trabajo en la salina implica un gran esfuerzo físico, el tamaño y peso de los sacos era considerable, por este motivo dicho ítem está siendo regulado cada vez mayor rigurosidad, “Usábamos sacos que eran de 80 kilos, actualmente se producen sacos de 50 porque fueron bajando la meta. Antes los hombres usaban puros sacos de 80 o 70, después 50, y ahora lo van a bajar 5 kilos más, salió una ley (…) Los pescaban con los dientes antes los viejos, hacían apuestas”
Sobre la tradición del oficio indica que es “Una tradición que nunca va a terminar en la vida (…) Ojalá que aquí nunca se termine porque es una tradición del pueblo. Queremos que en la zona siempre haya, que nunca se termine”
Sin embargo la disminución de personas que se dediquen a esto ha sido considerable“De la época que estábamos nosotros que había 60 o 100 salineros, actualmente quedan 12"
Sobre los riesgos o factores que han amenazado la continuidad de la práctica cuenta que “El puente (que pasa por Cáhil) nos hizo mucho daño a nosotros. No sólo a mí, a todos. A los pescadores, al turismo. En realidad ese puente no debía ser ahí, debía ser donde lo habían pedido primero, en La Balsa, y los ricos pagaron otro formato”.
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