La cestería ha sido parte de la vida de los habitantes de Chiloé desde tiempos prehispánicos, esta tradición encuentra sus raíces en conocimientos de la naturaleza heredados de los pueblos originarios que habitaron estas tierras y canales, y se ha ido transformando históricamente a través de los procesos sociales que se han venido desarrollando en el archipiélago desde la conquista europea, siendo la tradición artesanal actual una expresión de la cultura chilota mestiza.

Los artefactos de fibra vegetal han sido herramientas indispensables para los trabajos agrícolas y marinos, contenedores y transportadores del sustento diario de las familias campesinas.

La familia Vargas Vidal mantiene viva una tradición artesanal centenaria, heredada por su madre María Sara Vidal, antigua artesana en lana de oveja y cestería en boqui del sector de San Javier.

Ramón Ángel Vargas es el más destacado artesano en cestería de la familia, reconocido en el archipiélago por la prolijidad de su trabajo en boqui blanco.

“Sería a los 15 años que empecé a hacer canastos, ya había salido del colegio, hacía canastos y después los vendía en la feria de Dalcahue. Mi mamá hacía canastitos para mariscar, pa papas, todo lo hacía ella, era para la casa no más. Yo hacía canastos para sacar papas también, para mariscar, la gente me encargaba en el campo acá para sacar papas unos canastos grandes, de tres, cuatro almudes le llamábamos nosotros, porque el boqui era...estaba pasado de boqui”.

Don Ramón trabaja exclusivamente las fibras del boqui blanco o boqui tavo…“una enredadera igual que la madera, macizo por dentro, pero que es muy suave cuando se le moja”. La materia prima de sus creaciones se encuentra en el bosque nativo de Chiloé, el que disminuye día a día perdiéndose el hábitat de esta planta trepadora. Desde joven don Ramón ha recorrido el mismo monte para recolectar el boqui, primer paso en la construcción de sus canastos.

“Es difícil buscar material, se demora medio día en recolectar material para dos piezas. Para recolectar yo tengo mis picadas y hayo lo que hayo, uno no va a la segura si va a encontrar o no va a encontrar, entonces traigo todo el material unido, grueso, delgado, recojo de todo y luego acá en mi casa lo selecciono; selecciono lo más gruesecito para el urdido y lo más delgadito para tejer, para trenzar, y el grueso para hacer los grandes. No me sobra una hebra cuando trabajo, traigo justo las medidas que voy a necesitar. El boqui se recolecta en cualquier época, lo conservo, lo dejo secar en mi cocina, lo enrollo limpiecito y lo seco, y lo vuelvo a remojar en agua el día antes de trabajarlo”.

Don Ramón trabaja desde muy temprano en la mañana y hace una pieza por día. El punto que utiliza para todas sus creaciones es el trenzado. “Yo antes sólo hacía tres modelos, el canasto papero y los canastos grandes con asas largas o si no orejitas como ollas, ahora hago los canastos chiquititos, individuales redondos, paneras, canastos fruteros y canastos grandes. Empecé a hacer más modelos cuando empecé a entregar en Ancud, hace unos trece años”.

Los trabajos de don Ramón pasaron de ofrecerse en la Feria de Dalcahue a la Feria Internacional de Artesanía Tradicional de Santiago, en donde participó entre los años 1993 y 2003. La exhibición de sus artesanías en este evento hizo mucho más conocido su trabajo, abriéndole las puertas a entregas a pedido a nivel nacional e internacional. Actualmente se pueden adquirir las finas creaciones de don Ramón Vargas en las galerías de la Fundación Artesanías de Chile y en la Galería Quepuca en la ciudad de Ancud.

Esta tradición artesanal de la familia Vargas se encuentra plenamente vigente, además de don Ramón, sus hermanos José, Pedro y un sobrino, se dedican a la cestería en boqui, sin embargo la herencia cultural se encuentra amenazada por la degradación del bosque nativo en la Isla Quinchao:
“Se ha ido perdiendo el boqui por la pérdida del bosque, están limpiando el bosque y se va terminando el material”.