Aquí en la Capilla San francisco de Asis, de Llolleo Alto. Preparamos desde el año 2005 un canto a lo divino para San Francisco. Yo trabajaba en los camiones, y yo pedía las vacaciones para tratar de organizar el canto a lo divino con mi señora y la comunidad. Y el 2015 sufrí una enfermedad media complicada, venía del sur y tuve un problema con la columna, el 15 de marzo del 2015; y vine a empezar a caminar en febrero del 2016 luego de varias operaciones. Pasé por eso y entré en una depresión muy grande, pero como tenía muchos amigos cantores a lo divino, mi señora se encontró con un de ellos por allá en Llolleo; y ellos le preguntaron por mí. Y ahí ella les dijo lo que había pasado. En dos días empezaron a llegar unos amigos. No tenía idea de guitarra, sabía del Canto a lo divino por un tío que cantaba: Jesús Ampuero. Lo chiquillos me empezaron a enseñar a tocar la guitarra, con una guitarra que me habían prestado. Así empecé a salir de la depresión. Y en un mes y medio me demoré en aprender a tocar la guitarra y a cantar. Y el 2016, para San Francisco, empecé a cantar a lo divino. Desde ahí no he parado más. 

A mí me impulsaron Diógenes Romo y Olegario Castañeda. Don Arnoldo Madariaga me daba unos tips por ahí, y Domingo Pontigo también. A ellos reconozco como maestros. Yo solo canto a lo divino y hago décimas. Esto se lo he entregado a mis dos hijos, mi señora y algunas amistades de la Defensa civil; a un grupo de matrimonio le he inculcado el canto a lo divino. En mi capilla también lo he puesto. El sacerdote no sabía mucho de este tema. Yo cantaba al inicio de la misa y en la comunión, el resto lo hacía el coro. Sale bien bonito.

Una de las veces que más recuerdo fue la primera vez que canté acá en la capilla San Francisco. Estuve emocionado toda la noche. Ahí organizamos el evento para los cantores, hicieron la primera vuelta de la rueda, terminó el último cantor, y no cantó ningún cantor más. Yo estaba sirviendo. Se quedaron todos callados y me empezaron a llamar. Y me dijeron: “usted es el dueño de casa, sabemos que está cantando, aquí está su silla para que venga a cantar”. La capilla estaba llena, yo nunca había cantado en público. Fue algo emocionante, me marcó mucho.

Para mí saber todas estas cosas es algo que me llena. Ahora en la pandemia me pasó algo en el mes de María, porque no habíamos cantado con gente en toda la pandemia. En la capilla de hizo el mes de María. Y canté, y me emocioné sin poder terminar el verso. La gente se emocionó conmigo. Son cosas que uno las siente muy adentro. 

La función que siento que cumplo es estar evangelizando al momento de estar cantando. Esto es algo muy espiritual. Con el canto a lo divino uno debe pensar en que este canta bonito o feo, sino que lo que está diciendo el cantor, esa es la esencia del cantor a lo divino. Ese es para mí el canto a lo divino.