José Manuel Gallardo Reyes
Paine, Metropolitana de Santiago

José Manuel Gallardo es cantor a lo divino y payador desde los 15 años de edad. El oficio lo aprendió de su abuela cantora a lo divino Felicia Méndez y de su padre Carlos Gallardo, a quien acompañaba desde niño a velorios de angelito y cantos a la Virgen del Carmen. Por tanto, José Manuel Gallardo aprende los secretos del canto a lo divino y a lo humano dentro de una tradición de familiar y por medio de la oralidad. Como cantor a lo divino participó en encuentros nacionales realizados en la década del sesenta por el Departamento de Extensión Musical de la Universidad de Chile, con motivo de preservar está tradición. Ha participado en festividades religiosas como La Cruz de Mayo, Virgen del Carmen, Pascua, todas realizadas en Aculeo; también ha recorrido desde Ancud hasta La Serena mostrando sus saberes y dominios en el canto y la poesía populares. Los primeros versos que cantó fueron lo de su papá y de su abuela, pero esos versos hoy ya no los canta. En su memoria conserva bellos momentos de su niñez en Aculeo, cuando su abuela salía a cantar con su papá. Don Manuel recuerda que su abuela Felicia Méndez le contaba cuentos muy bonitos. También recuerda que ella le enseñaba a leer a los jóvenes de Rangue. Don Manuel acompañaba a su papá desde los diez años a los velorios y fiestas religiosas, en una época que resultaba difícil tener una guitarra (en el fundo habían sólo tres). Don Manuel afirma que tuvo mucha suerte pues se ganó en una rifa una guitarra de acompañamiento y fue en esa guitarra donde aprendió a tocar. Juan de la Cruz Bello fue uno de los cantores más antiguos que le enseñó a cantar a lo poeta, le enseño el “toquío” de la guitarra a los catorce años. Nos relata que en aquella época él iba de compañero de su papá a los velorios que duraban toda la noche. Entonces tenían que venirse en la noche a oscuras, pues al otro día su papá debía presentarse al trabajo pues era inquilino en una hacienda. En este contexto, los niños acompañaban a sus padres, los apoyaban en estas actividades religiosas, con lo cual iban encantándose de la tradición del canto a lo poeta.

Don Manuel nos relata que su padre fue quien lo incentivó más vigorosamente a aprender esta tradición oral. Él tenía una memoria muy prodigiosa que le permitía aprenderse versos de manera muy rápida. En su juventud, cuando comenzó a cantar aproximadamente había veinte cantores en todo Aculeo. Por razones laborales y familiares era muy difícil que se llegaran a reunir todos ellos y como máximo lograban reunirse doce cantores según actividad. A sus hermanos les gustaba más el estilo chinganero: cantaban rancheras, tonadas, cuecas para los bautizos, casamientos y fiestas. En cambio Don Manuel se abocó al tema de la religiosidad popular. Su sentimiento fue cantar a Jesucristo: él sentía como propio el dolor de su padecimiento. Recuerda su proceso de aprendizaje de cantor a lo poeta como algo muy lindo. Después de un tiempo fue capaz de escribir sus propios versos. Fue aproximadamente a los 30 años cuando pudo crear sus propios versos. Don Manuel Gallardo Reyes nos manifiesta que en el Canto a lo Poeta coexisten dos tipos de cantores: los que aprende de memoria los versos y décimas que viene de la tradición y los poetas propiamente tal, que creas los propios versos que canta. Desde su perspectiva, esta diferencia no se debe reflejar y demostrar en las ruedas de Canto a lo Divino, pues “no se puede mirar en menos a los cantores; los poetas deben tener más respeto, ojalá puedan ayudarlos”. Señala que según la tradición del Canto a lo Divino de Aculeo, la estructura básica del verso para los cantos es el desarrollo de un tema específico en cuatro píes en décimas octosílabas. Estos cuatros pies son antecedidos por otro pie de introducción con iguales características, que los cantores deben incluir para anticipa la temática, fundado o fundamento que cantarán. Luego de desarrollar el fundamento se canta un último pie de despedida que también es obligatorio. Según su experiencia, piensa que un niño de entre diez y doce años puede ser un buen aprendiz para iniciarse en la tradición del Canto a lo Poeta. Los fundamentos o puntos son los contenidos más relevantes para los cantores a lo divino, los cuales se van aprendiendo en un período formativo de aproximadamente doce años. De esta manera y siguiendo la tradición, un aprendiz luego de doce años de formación y participación actividades de Canto a lo Divino puede comenzar a considerarse como un cantor con todas sus letras. Por ejemplo, luego de un tiempo el cantor podrá ser capaz de distinguir las historias o fundamentos: cuáles son del Antiguo Testamento y cuáles del Nuevo. Por ejemplo: cantar por Moisés (patriarcas y reyes) o cantar por Nacimiento. Además, durante este periodo formativo se recibe todo lo necesario para la participación ritual del cantor, lo que ocurre por el contacto directo con los cultores de mayor sabiduría. Desde su perspectiva, si un cantor dentro de una rueda de cantores no sabe el punto o fundamento del relato bíblico que se está cantando, lo mejor es que se abstengan de cantar. Asimismo, el primer cantor es el que propone el tema y los demás cantores deben respetar y seguir el fundado. Otras de las reglas de oro de los cantores de Aculeo es que no se puede leer o tener ningún tipo de texto de apoyo para interpretar un verso en la rueda de cantores. Finalmente, don Manuel sostiene que un cantor al menos debe conocer diez versos, además de todos los temas o puntos de las sagradas escrituras.
En sus años de juventud don Manuel se desempeñaba como agricultor. En aquellos años se cosechaba en febrero y marzo para guardar para el invierno, momento en el cual las familias pasaban la mayor parte del tiempo al interior de las casas. Fue a los 18 años cuando se integró de lleno a las labores agrícolas, principalmente en la siembra para trigo de rulo. En relación a la creación poética, recuerda que en su juventud podía crear versos en un día y esto dependía de los temas o fundados a desarrollar, de la concentración que podía tener en atención a su estado de ánimo y salud, entre otras elementos que determinan la creación. En su caso él aprovechaba los momentos en que se encontraba más alegre o que se sentía de mejor ánimo para crear sus versos. El primer verso que hizo fue a la Cruz de Mayo. Fue un verso de saludo después de hacer un viaje a Lampa. En aquella época nunca apuntó los versos, todos los mantenía en la memoria. En este sentido, ha llegado a pensar que entre los poetas populares hay algo, una sabiduría única, sana y prodigiosa. En su pensamiento aún están vivos los recuerdos de los velorios de angelitos. Cuando él era joven, los niños que enfermaban tenían un 90% de posibilidades de fallecer, pues no había doctores ni centros asistenciales cercanos, menos aún remedios. Las familias sólo utilizaban yerbas medicinales que tenían efecto solo sobre algunas enfermedades. Por otro lado, cuando crecían los esteros y quedaban aislados se dificultaba aún más el acudir a los centros de salud ubicados en las ciudades cercanas. El año sesenta recuerda que fue la última vez que cantó a un angelito. Lo recuerda como algo tremendo, la motivación según los dichos de los poetas más antiguos “a los angelitos no se le reza porque es un alma pura, mientras más se le cantaba era una manera de entrar en la gloria de lo celestial”. Acompañando su proceso de llegada al cielo, se le canta bien concentrado. Existían ciertos cantos a lo divino especialmente concebidos para el ritual del velorio de angelito, como por ejemplo: el saludo al angelito, donde se saludaba también a los papás, los padrinos y toda la parentela; al altar y santos presentes; a las flores y los ornamentos que adornaban el espacio ceremonial. El otro canto especial y el más emotivo de todo, era la despedida del angelito e despedimiento, en que el cantor cantaba como si el angelito tomase su voz para dirigirse en primera persona a toda la audiencia y despedirse de este mundo, antes de comenzar su viaje al cielo.

A nivel personal, don Manuel nos cuenta que Jesús es uno de los personajes que más admira y, por lo mismo, los versos del Padecimiento los sufre en el corazón. Dentro de los puntos bíblicos, el Hijo Prodigo es otro de los fundamentos con el cual se siente más representado. A los 15 años se enojó con su papá ya que éste no cumplió sus peticiones. Entonces, decidió irse de la casa. Se fue a pie desde Rangue hasta Lonquén rumbo a la casa de un tío. En la casa de su tío estuvo menos de un año, transcurso de tiempo en que se enfermó, además de sentirse muy triste por extrañar a su familia. Fue su hermano mayor el que lo fue a buscar y lo llevó de regreso a la casa de sus padres. Con todos estos elementos, siente que la historia del Hijo Prodigo es la que más lo representa, porque es la historia del hijo perdido que regresa a su casa tras su fracaso y soledad frente al mundo. Esto es un caso muy extendido en el campo chileno, pues son muchas las personas que a temprana edad deben migrar solas a ciudades e insertarse en ambientes muchas veces hostiles e incomprensibles, donde pierden para siempre el contacto con el terruño y con sus padres.

Don Manuel recuerda cuando en las décadas de 1950 y 1960 llevaba a Don Juan Uribe Echeverría a conocer a todos los cantores y cultores tradicionales de las distintas localidades de Aculeo. Juntos iban a los cerros, a los potreros donde estaban las distintas personas. Ahora muchos de sus versos están registrados en el trabajo realizado por el recordado investigador. Don Juan llegó a la casa de la familia Gárate, donde conoció a Don Manuel. En esa época a él tampoco le gustaba que un investigador externo estuviera registrando los versos, pero por entonces no se imaginaba que con el tiempo esta labor iba a ser parte de su vida. Juan Uribe le consiguió trabajo en la Universidad de Chile, donde comenzó como jardinero, después trabajó en las oficinas encargadas de la Prueba de Actitud Académica (PAA) en la entonces Av. Macul. Don Manuel mantuvo con don Juan una estrecha relación de cooperación, la que siempre fue reconocida por el estudioso, quien lo distinguió entre los cantores de la época. Algunas de las distinciones que recibió Don Manuel Gallardo por su participación en encuentros de cantores a lo poeta organizados por el profesor Juan Uribe Echeverría: San Fernando, octubre 1964; Curicó, octubre 1966; Puente Alto, septiembre 1969; San Felipe, noviembre 1969; Santa Cruz, diciembre 1972; Alhué, diciembre 197. Además recibió el Premio Corporación Cultural de las Condes, 1984; Premio a la Música CIM, UNESCO, 1999; Premio Fidel Sepúlveda, DIBAM, 2007” (Navarrete, 2008).

 

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