Siempre tuve afición por la música, pero desde que tenía 30 años recuerdo haber visto encuentros de payadores que llegaban a Temuco, lugar donde vivía; pero era muy escaso. A eso de los 37 años me fui a Santiago, y en ese entonces empecé a ver encuentros de payadores, y empezó a crecer mi admiración por el arte, por la tradición…incluso empecé a ensayar algunas décimas de apoco. Pero el gran salto fue justo al inicio de la pandemia, cuando inicié el taller con Manuel Sánchez, ahí estuve con un grupo humano muy lindo, con el cual conformamos el Colectivo 25. Entre medio también hice buenos contactos con Los Payadores del Puerto, quienes hoy me reconocen como uno de los suyos, lo que me alegra mucho. 

Si me preguntas arriba de un escenario, junto a otros payadores…soy uno más de lo que hacen el show. Siento que compartimos por igual el escenario, soy un jugador de equipo. Fuera del escenario me di cuenta que soy un difusor de este conocimiento…porque parte de mi trabajo, aquí en el observatorio astronómico, todo el mundo ya me reconoce como cantor, como payador, como tocador de guitarrón. Todos me pregunta y quieren aprender, e incluso intentan improvisar. Entonces, el ser un difusor ha sido ser una sorpresa, pero ahora tengo la función de difundirlo bien.