El bordado patagón acompaña desde los tiempos de la colonización el cotidiano de las mujeres de Cochrane. Ellas se reconocen herederas de los y las pioneras del río Baker y esta expresión cultural las liga indisolublemente a sus antepasadas e historia. También al entorno natural, sobre todo las flores, en particular las especies que ellas mismas cultivan en sus jardines, cuyas semillas han sido traspasadas generacionalmente. 

El momento del cuidado de sus flores también es una instancia de inspiración: “yo voy al jardín, veo un pensamiento y digo: tengo que ver si tengo hilos de esos colores y como comienza a crecer el pensamiento”. Si es necesario las conservan en libros. 

Para ellas el bordar es una forma de expresión: “es como una terapia”, que les permite una pausa en el cotidiano. También mediante estos comunican sus historias y opiniones, como en Patagonia Sin Represas. 

Estos bordados se realizan a mano alzada, sin bastidor, “a dedo”, esta es una de las características de un bordado patagónico. Utilizan principalmente “punto relleno, cadena, festón, lanzado y patagón (llano) para las figuras y “pata de gallo” para los contornos, con paletas de colores vivos. Su bordado es fino, de una hebra, y “atrás no quede ninguna hilacha”, diferenciándose del bordado español. 

Aun cuando se mantiene un estilo en común, cada una tiene su sello, su manera de trazar la puntada, combinar colores y elegir motivos.  Son conocidas por ciertas características singulares, lo que hace que ellas son capaces de, al ver un bordado, identificar a qué familia pertenece y dentro de ellas a cuál de las hermanas/hijas. 

Los bordados sobre todo son utilitarios, siendo los más característicos las tabaqueras y atuendos gauchos, pañuelo al cuello o manteles, pero también decorativos. Bordan también por encargo, lo que les permite autosustentarse económicamente y tener autonomía. Relatan, además, que bordan para vestir las tumbas de sus muertos con mensajes o prendas significativos para ellos. 

Las bordadoras antiguas dicen que los maridos eran machistas, y cuando se ponían a bordar decían que ya estaban perdiendo el tiempo, lo hacían escondidas, o cuando ellos salían. 

Bordan porque no quieren que se pierda “lo que nuestra abuela y nuestra madre hicieron con tanto amor y nos dejaron a nosotras…”. Su memoria viva su cultura tiene que seguir adelante.

Si bien es un saber heredado de generaciones previas en el contexto familiar a través de la oralidad, en el último tiempo vecinas de Cochrane han comenzado a aprender o re-aprender el oficio a través de talleres dictados por las bordadoras para la comunidad. Entre ellas mantienen un estilo en común, pero con sellos personales o familiares ya sea en la puntada, colores o motivos, pudiendo identificar de dónde provienen los bordados con mirarlos. Se reconocen a aquellas bordadoras que son más antiguas en la comunidad, “las maestras”, oriundas y pertenecientes a familias pioneras. En general viven en sectores rurales con poca accesibilidad, lo que dificulta que se reúnan, a pesar de lo cual se han generado instancias que han permitido a nuevas mujeres de distintas edades continuar esta tradición.

  • Identificador SIGPA: E8299
  • Folio: 2022_009
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